martes, 18 de noviembre de 2008


La Provincia en estado de Lectura

La Biblioteca D.F Sarmiento está involucrada en parte de la organización del evento a realizarse el próximo viernes 21 a las 19 horas en la Plaza San Martín, enmarcado en el programa “La Provincia en estado de Lectura”, del cual también participan el Gobierno Municipal, la Dirección Municipal de Cultura y el Instituto Cultural de Buenos Aires.

Algunas de las actividades planeadas son las lecturas de poesía y prosa, con la participación de autores locales, y sendos homenajes a los escritores Carlos Vega y Guillermo Etchebehere. También está programada la proyección por una pantalla de DVDs (1), como el del gran poeta entrerriano Juanele Ortiz, del que hablamos a continuación.

Esperamos contar con su presencia.


Juan L. Ortiz

Juan Laurentiano Ortiz (1896-1978), o simplemente conocido como Juan L. o Juanele, es uno de las más grandes poetas argentinos. Una docena de libros, que empezaron a ver la luz luego de los 30 años del autor, bastaron para desarrollar una obra de creciente singularidad y belleza; entre las más altas de nuestra poesía, todavía no apreciada en su total magnitud.

Nació en la Provincia de Entre Ríos, entorno del cual salió en muy pocas oportunidades; ésta y no otra es la razón principal de la omnipresencia de la naturaleza característica al litoral en sus poemas, lo que a veces trajo el equívoco de calificar a su poesía como “regionalista”. En este sentido son aclaratorias las palabras de Silvio Mattoni: “su poesía descifra la naturaleza, que entonces no sería una entidad completa, limitada, sino las manifestaciones variadas de lo infinito.” (2)

Un caso notable es su poema “El Gualeguay” de 2634 versos, íntegramente dedicado al río homónimo.

El escritor Juan José Saer fue su amigo y gran admirador de la obra, sobre la que sostuvo: “tenía como objetivo el tratamiento de un tema mayor, del que toda su obra es una serie de variaciones: el dolor, histórico o metafísico, que perturba la contemplación y el goce de la belleza, que para esta poesía es la condición primera del mundo.” (3)

Su sencilla existencia, que le hizo desdeñar todo círculo literario y el movimiento de las grandes ciudades, no implicó indiferencia política; ejemplo de ello es la desaparición de sus libros durante la dictadura o la cárcel que tuvo que pagar en el año 55.

Hace poco la Universidad Nacional del Litoral publicó su obra completa, un tomo inmanejable de 1100 páginas. También se pueden conseguir selecciones –por ejemplo en Losada- más accesibles.



Fui al río…

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

(El ángel inclinado, 1937)


Colinas, colinas…

Colinas, colinas, bajo este Octubre ácido...
Colinas, colinas, descomponiendo o reiterando matices aún fríos,
o no pudiendo decir plenamente el oro y el celeste, fluidos, de los
cultivos.
Nos dueles, oh paisaje que no puedes cantar en la tarde agria e
indecisa,
lleno de escalofríos bajo las nubes tenaces e inquietas todavía de tu
sueño
y estás solo, solo, solo, con la angustia y el desamparo de tus
criaturas.
Pero aun si cantaras el canto no se oiría casi.
Oiríamos sólo el ruido de los carros largos con su carga de
desesperación.
Oiríamos sólo el silencio de los niños y de las mujeres junto a los
ranchos transparentes.
Veríamos sólo la figura deshecha con la bolsa al hombro sobre la
cima de la loma.
Veríamos sólo esos arrabales de las Estaciones, oh campos de
Entre Ríos con aún países absolutos de injusticia,
oh, campos de Entre Ríos hechos para la dicha
de los que os evocaron esa aurora florecida que aún no canta y que
es extraña al día.
Otro será el paisaje mañana en las mismas líneas puras.
Cantará con un múltiple canto entre las casas próximas con mesas,
ah, seguras y con libros y músicas.
Como de la noche de su alma del sueño de los campos el hombre
extraerá toda la maravilla.
No más dividido, no, con el hermano, ni consigo mismo, ni con la
tierra, el hombre.
Uno consigo mismo y con el mundo para crearse sin fin en la gracia
más alta de la criatura,
y sonreír al rostro cejante de la sombra.

(El álamo y el viento, 1947)


(1) El DVD llegó con la revista de arte y poesía “El niño Stanton” nº 6, que ingresó esta semana a la Biblioteca. El documental es dirigido por Marilyn Contardi, en él se puede observar a Juanele leyendo sus poemas.
(2) Ensayo “Juan L. Ortiz: Preguntas a la alegría”, Silvio Mattoni en la revista de poesía y arte “El niño Stanton” nº 6, septiembre de 2008.
(3) Prólogo de Daniel Freidemberg, en “Antología de Juan L. Ortiz”, Losada, 2002.

(En la imagen, arriba, Juanele con un libro y su gato)

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