martes, 10 de marzo de 2009


Juicios de Sarmiento sobre la Mujer

“Mi destino, hanlo desde la cuna entretejido mujeres, y puedo nombrarlas una a una, en la serie que, como una cadena de amor, van pasándose el objeto de su predilección”.

“Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de las mujeres”.

Domingo F. Sarmiento


Sarmiento, como padre de la educación en la Argentina, fue fundamental para que la mujer pudiera desempeñar nuevos roles. Era un convencido, además, de que educando a la mujer se elevaba el nivel intelectual del conjunto de la sociedad. En sus intervenciones periodísticas y en cartas que dirigía a sus amigas, denunciaba el maltrato y la opresión que recibían; estos escritos –a veces verdaderas tesis- destacan la intuición del escritor y su -no siempre ponderado- sentido del humor. Muchos de los juicios que soltó Sarmiento en un país jalonado por guerras civiles, parecen escritos sesenta o setenta años después.

En un escrito de 1841, en El Mercurio de Chile, deja sentada ya su preocupación, señalando las tres etapas por la que debe pasar la humanidad hasta la emancipación definitiva de la mujer (reflexionará el lector si se trata realmente de etapas, o si conviven entre nosotros según el medio).

La mujer mirada por el hombre como un miembro degenerado de su propia especie, en la vida salvaje.
La mujer medio de goces físicos para el hombre en el estado de barbarie.
La mujer compañera del hombre en la vida civilizada.
La admiración por el modelo norteamericano lo llevó a importar maestras. Una lectura a sus viajes por ese país, muestran el asombro del argentino por la liberalidad de las mujeres del lugar. Literariamente, también son conocidas las páginas que dedica a su madre en Recuerdos de Provincia.

Hoy le podremos cuestionar su testarudez progresista y la obsesión por modelos extranjeros, pero al estudiar el contexto y la trayectoria que realizó en él, empequeñecemos ante un genio de las ideas y la aplicación.

Lo que sigue para pensar y disfrutar.



La mujer en la historia

“Nadie que no sea criatura femenina ponga sus ojos en esta parte del diario. Es un asunto reservado de que tengo que hablar con mis lectoras, y muy pelmazo ha de ser el que se ponga a oír esta conversación sin nuestro consentimiento”.

“Pregúntele sino a un niño de escuela: ¿Para qué creó Dios el mundo? Para la habitación del hombre. ¿Para qué creó las estrellas y los planetas? Para que las viera él. ¿Para que hizo bella y seductora a la mujer? Para que más le complaciera.

“No hay más que leer sus libros. Cada acápite comienza con estas ostentosas palabras: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, aunque el que lo diga sea una tarasca y tonto como Chanfaina. El hombre civilizado…el hombre salvaje…el hombre globo…el hombre patata…el hombre…la mujer no entra para nada; porque es puramente invención humana, apéndice del hombre, y solamente mueble de casa. ¿Qué dicen a esto mis relamidas lectoras? ¿Hay paciencia para oír tanto dislate y tanta pretensión desacordada? Pero mejor es callar y dejar que siga la danza, que al cabo ellos son los que lo dicen y no hay que pensar en ponerles mordaza”.

La educación de las mujeres y su influencia
“Se requiere que las mujeres, murmuró penosamente uno, no sean capaces de su estudio, como si su alma fuese de otra especie que la de los hombres…como si ellas no tuviesen como nosotros, una razón que dirigir, una voluntad que reglar y pasiones que combatir, o como si les fuese más fácil que a nosotros desempeñar sus deberes, sin saber nada”.

“La educación primaria y la educación de las mujeres nos han preocupado siempre de un modo particular; y podemos lisonjearnos de haber consagrado a ambas materias el estudio que otros desdeñan, y esfuerzos personales para propagarlas, que sólo alcanzarían a tener mérito en razón de la insignificancia de los medios de hacerlo con éxito que están en nuestra mano”.

“Las mujeres por otra parte, carecen entre nosotros de medios de valerse a sí mismas; y como lo demuestran las numerosas escuelitas de mujeres que existen por todas partes, las mujeres se consagran a la enseñanza por necesidad aunque faltas de la instrumentación requerida.

Educando mujeres en una escuela normal se obtendrían dos resultados: habilitar a su sexo para el preceptorado y crearle una industria honrosa.

La educación de las mujeres es un tema favorito de todos los filántropos, pero la educación de las mujeres, para la noble profesión de la enseñanza es cuestión de la industria y la economía”.


Que las mujeres sean capaces de “resolver todos los problemas que pueden ofrecerse a un individuo en nuestro siglo; esto es, de ganar dinero; lo cual basta por sí solo para que haya quien no conciba la inmensa revolución que este solo hecho puede producir…”

“Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de las mujeres”

“Hay más todavía, las mujeres, en su carácter de madres, esposas o sirvientes, destruyen la educación que los niños reciben en las escuelas. Las costumbres y las preocupaciones se perpetúan por ellas, y jamás podrá alterarse la manera de ser de un pueblo, sin cambiar primero las ideas y hábitos de vida de las mujeres”.

“La educación de las madres de familia no es pues, un libro para educar a la mujeres, sino para que lo lean los hombres y se persuadan de que el medio de moralizar a las masas no es tanto abrir escuelas y colegios, como penetrar en la educación hasta el hogar doméstico, y llevarla al regazo materno, para que desde allí, desde las manos de la nodriza, se vaya formando el hombre; y la instrucción que las escuelas dan, encuentre un terreno bien dispuesto por la moral, el cultivo de los afectos del corazón y el sentimiento religioso.

Derramada esta idea fecunda en la sociedad, pasada al caudal del sentimiento común, entonces los gobiernos consagrarán un particular esmero a la educación de la mujer, y entonces aparecerán los libros que deban ponerse en manos de la mujer”.

“Imposible es el bien decía Fenelón, sin mujeres, ellas sostienen y arruinan las casas, y arreglando todos los pormenores domésticos deciden de lo que más cerca interesa a todo género humano.

Rousseau dijo: Los hombres serán siempre lo que a las mujeres se les antoje. Si queréis que ellos sean grandes y virtuosos, enseñad a las mujeres lo que es grandeza y virtud.

¡Mujeres ignorantes, no sabéis la responsabilidad que pesa sobre vuestros hombros, al desempeñar sin ciencia y sin conciencia los augustos deberes de la maternidad! Cuántos males hacéis a la sociedad con las indignas caricaturas de hombres que salen para vergüenza nuestra, del regazo materno!”.

El alma femenina

“La mujer ha nacido para creer y no para dudar ni investigar, y sería un triste presente el que se haría llevando a su cabeza, impotente para abrazar verdades abstractas, la incertidumbre y la duda”.

“Cuando las creencias vacilan en los hombres, y cuando las ideas de la sociedad entera han cambiado, la mujer viene por largo tiempo practicando lo que ya no tiene sentido y apegándose a lo que ha dejado de existir. Nace esto de que ella no piensa, sino que practica, y la fe en todas sus ideas en que la han educado, le sirve en lugar de razón; nace de que ella no influye en la sociedad sino que la obedece en todo, hasta en sus artes más indiferentes y hasta en sus errores. A una mujer no se le debe presentar jamás la duda, porque no concibe siquiera que se pueda dudar”.

“La piedad es el don inherente de la mujer: la fe, su razón y la religión, el depósito sagrado confiado en su pureza.

A la mujer está encargada la conservación y la transmisión de las tradiciones y las creencias sancionadas”.

“Los hombres se ha dicho forman las leyes, y las mujeres las costumbres, ellas son para la sociedad lo que la sangre para la vida del hombre. No ejerce ésta una influencia, por decirlo así, visible en la existencia, es el cerebro, son los nervios quienes desempeñan las disposiciones del alma; pero ella vivifica todo, está presente en todas partes de la estructura y se hace una condición indispensable para la vida”.


Sobre la educadora Juana Manso ( según sus palabras quien interpretó mejor su sistema educativo)

“Fue el único hombre (sic) en tres o cuatro millones de habitantes en Chile y la Argentina, que comprendiese mi obra de educación y que inspirándose en mi pensamiento, pusiese el hombro al edificio que veía desplomarse”.

“¿Era una mujer…?”


Sobre las mujeres escritoras, a Eduarda Mansilla

“Contribuyen con sus escritos a la mejora de las costumbres, a la perfección de la educación de la infancia y al aumento de los callados goces que proporcionan las improvisaciones de la imaginación”.

El respeto que hay que profesarles
“A las mujeres hay que tratarlas con respeto y cariño, mucho más si se ponen bravas…”

En una carta que envía a su primo recién casado, Sarmiento le aconseja:

“Parta usted desde ahora del principio de que no se amarán por siempre. Cuide usted pues cultivar el aprecio de su mujer. No abuse de los goces del amor; no traspase los límites de la decencia; no haga a su esposa perder el pudor a fuerza de prestarse a todo género de locuras. Cada nuevo favor de la mujer es un pedazo que se arranca al amor. Yo he agotado algunos amores y he concluido por mirar con repugnancia a mujeres apreciables que no tenían a mis ojos más defectos que haberme complacido demasiado. Los amores ilegítimos tienen eso de sabroso, que siendo la mujer más independiente aguijonea nuestros deseos con la resistencia.

“Cuando riñan, guárdese por Dios de insultarla. Mire que he visto cosas horribles. Si en la primera riña le dice usted 'bruta', en la segunda le dirá 'infame', y en la quinta, 'puta'. Tenga usted cuidado con las riñas y tiemble usted no por su mujer, sino por la felicidad de toda su vida”.


Fuentes utilizadas:
-Juicios de Sarmiento sobre la mujer, Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, 1939.
-Revista Sur julio-diciembre 1977, Victoria Ocampo.
- Sarmiento y la mujer, Alicia Jurado en Vigencia de Sarmiento, Comisión Permanente de Homenaje a Sarmiento, 1988.
-El gran Sarmiento, Daniel Balmaceda, Revista Newsweek, Argentina, 2007.

Otras lecturas en la Biblioteca:-Pablo o la vida en las pampas de Eduarda Mansilla.
-Aurelia Vélez, la amante de Sarmiento de Araceli Bellota.
-Juana Paula Manso (1819-1875), una mujer del siglo XXI de Lidia F.Lewkowicz.
-Viajes por EE.UU. de Domingo Faustino Sarmiento.
-Recuerdos de provincia de Domingo Faustino Sarmiento.

(Imágenes: Aurelia Vélez Sarsfield y la tapa del libro "Juana Paula Manso, una mujer del XXI", que se presentó en la Biblioteca Sarmiento en el año 2000).

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