miércoles, 16 de septiembre de 2015

Estudios sobre la obra de Carlos Vega


El Gourmet Musical acaba de compilar en libro a unos veinte autores que tratan las múltiples facetas del genial cañuelense: sus trabajos en musicología, el compositor de música para películas y obras de teatro, su tarea de innovador como divulgador científico, sus ideas nacionalistas, entre otras.


En los diez últimos años ha habido una valoración de la obra Carlos Vega, desde diferentes campos, que va más allá de su labor pionera en la musicología. En Cañuelas, existe un cierto conocimiento de sus tres primeros libros puramente literarios, pero poco se sabe, por ejemplo, del Carlos Vega compositor de música libre, o destinada al teatro o el cinematógrafo, creaciones, estas dos últimas, donde pudo volcar sus dos pasiones de adolescencia: las letras y la música, vinculadas, como ocurre en la acción dramática y en la música popular.

En “Estudios sobre la obra de Carlos Vega” (Gourmet Musical Ediciones, Marzo de 2015) concurren ensayos musicológicos, folklóricos, históricos, sociológicos, científicos. Su compilador es Enrique Cámara de Landa, Doctor en Etnomusicología y Catedrático de la Universidad de Valladolid en España. Al tratarse de un libro de casi 500 páginas, esta nota es una mera invitación a su lectura. Cabe destacar lo relevante de la edición, que incluye partituras, fotografías de sus viajes, antiguos anuncios publicitarios, y la datación de las obras completas de Vega, lo que es decir, un adjunto de 70 páginas (¡!) solo con nombres de libros, artículos y composiciones musicales.

Elijamos algunos aspectos para su comentario. Al menos dos de los artículos que contiene el libro, intentan dar cuenta de la relación de Carlos Vega con las ideologías imperantes en el campo de la ciencia y su correlato con la política y los demás autores argentinos. Un lugar común de las críticas que le realizaron sus contendientes, es la buscada neutralidad de los estudios folklóricos de Vega, Bernardo Illari en el ensayo “Vega: nacionalismos y (a)política” escribe sin más: “Ser apolítico: he aquí una de las preocupaciones más caras a Vega”. Cuanto era una postura que respondía a los excesivos apasionamientos de la época que menoscababan, en definitiva, la vocación final del cañuelense: fundar una disciplina de carácter científico, apoyada en una cantidad inigualable de registros empíricos (70 grupos distintos de tomas o melodías, que implicaron una cantidad parecida de viajes, entre 1931 y 1965, por las provincias y países limítrofes). No obstante, el mismo artículo citado, lo muestra a Carlos Vega en la vertiente nacionalista de uno de sus maestros: Ricardo Rojas, quien le ofreció un espacio de investigación en el Instituto de Literatura Argentina que el tucumano creó y dirigió en la Universidad de Buenos Aires. En ese sentido se citan estas palabras tempranas de Vega: “Yo soy argentino; y aunque no sé de alardes patrioteros, deploro nuestra condición de pueblo sin folk-lore porque he creído siempre que la mente del artista, vuelta hacia adentro y proyectada hacia el corazón aventurero y adolorido del propio pueblo, vuelve siempre a la superficie con la cosecha de una canción humana” (Acerca de la canción argentina, 1926).

Resulta interesante el artículo “Carlos Vega: ¿Un precursor de la divulgación científica?”, en torno a su primer libro sobre los instrumentos musicales aborígenes y criollos, de 1946, la autora del artículo, Yolanda Melo, lo marca como hito fundacional de la disciplina en lengua española, el que además por su proceso de elaboración y expresión de la temática sería un paradigma actual de la divulgación científica.

Dejamos para el final el comentario al trabajo de Héctor Luis Goyena “La etnomusicología al servicio del teatro y del cinematógrafo: Carlos Vega compositor”. El actual director del Instituto Nacional de Musicología, escribe que encuentra entre sus papeles del archivo de la Universidad Católica Argentina “un testimonio de lo que podría considerarse una de sus primeras aproximaciones al teatro, el programa de una velada literario- musical organizada por la Escuela Normal Popular en ´honor de sus primeras egresadas’ en el Teatro de la Sociedad Italiana de Cañuelas, su ciudad natal”, y continúa datando la fecha exacta: “En la función del domingo 24 de septiembre de 1916 (Carlos Vega contaba 18 años), intervino como actor en dos pasos de comedia, en el denominado ‘Lo imprevisto’ y el que cerró el espectáculo, ‘Los pantalones’”. Asimismo habría recitado el monólogo ‘Víspera de boda’, como no se citan autores, para Goyena se abre el interrogante de si no habrá sido el mismo Carlos Vega el autor de estas obras. En el archivo de la Universidad, también se encuentran “poemas, cuentos y relatos breves fechados entre fines de la década de 1910 y comienzos de la siguiente”, los que seguramente son parte del material de sus tres primeros libros publicados, dos de poesía y uno de cuentos. Seguidamente Goyena relata la “profunda amistad” que entabló Vega con Alfonsina Storni (ya instalado en Buenos Aires, a partir de 1920), y la dura crítica que J. L. Borges realizara a su segundo poemario.

Entre las músicas más conocidas que Carlos Vega realizó para teatro, se encuentra la obra “La Salamanca” de Ricardo Rojas, estrenada el 10 de septiembre de 1943 en el Teatro Nacional de la Comedia (hoy Cervantes). El cañuelense también proyectó espectáculos escénicos-musicales, y temas para ballets, entre los últimos nombramos: “Creación y ascenso del hombre”, donde a través de mitos recreaba el nacimiento de los elementos y del arte; y el argumento para el ballet Supay, con música de su esposa Silvia Eisenstein, estrenado en el Teatro Colón el 18 de noviembre de 1953. Finalmente, hizo la música para tres películas: “La carga de los valientes” de 1940, “Tierras hechizadas” de 1948, y “Alma liberada” de 1951, junto a Silvia Eisenstein. En el caso de la primera “una de las producciones más ambiciosas del cine nacional”, escribe Goyena, la que combinaba intriga romántica con una epopeya inspirada en la historia argentina.


Periódico La información de Cañuelas n°301, junio 2015.